En
una de las zonas en las que más dinero se mueve en Bogotá, vive una persona
cuyos ingresos escasamente le alcanzan para subsistir.
Unos ojos azules se esconden
tras una desgastada gorra y se cobijan con un colchón roído, malgastado por el
tiempo, la lluvia y las inclemencias de vivir en la calle.
Don Jesús es un habitante de
la calle que lleva 15 años allí debido al poco apoyo de su familia y más que
todo, a una adicción al alcohol que hizo que muchas de las personas más
cercanas se rindieran a seguir intentando rehabilitarlo.
Debajo de su raído colchón
tiene varias bolsas, en las que guarda
poca comida y en otras, guarda sus escasos utensilios de higiene personal.
Don Jesús afirma haber hecho
parte de la Escuela de Carabineros, pero una pierna más corta que la otra indicando
un serio de problema de cadera, le da poca credibilidad a su historia.
De unas cuantas limosnas que
recoge entre las rápidas paradas que hacen los automóviles mientras el semáforo
cambia de color, don Jesús logra reunir un poco de dinero para sobrevivir y
poder comprar su ración diaria de pan.
Muchas personas lo rechazan
por su forma de caminar, y mas que todo por que no puede hablar bien debido a
que sufrió una trombosis que lo dejo así.
Puede que esta sea una de
las típicas historias de habitantes de la calle, que algún día tuvo un hogar y
por cosas de la vida terminó sin más techo que las estrellas.
Al día, logra recoger $6.000
pesos y si bien para una persona promedio esa cantidad es poca, para él
representa su sustento diario.
Por ende, don Jesús es un
habitante de la calle cuyo ingreso per cápita anual es de 2’160.000 pesos
mientras que el de un colombiano supuestamente promedio es de 14’000.000 (cifra
falsa, pues los ingresos per cápita en un país como Colombia no son medibles
haciendo esos promedios).
Tiene un hermano que se
llama Ángel, al cual pide que lo llamen para recitarle la oración del ángel de
la guarda, pero él no contesta y se hace imposible enviarle la razón de don
Jesús.
Para muchos, está loco y es
un indigente más, pero al ver su ropa extrañamente planchada y sus zapatos embolados,
se ve que no es cualquier persona.
El alcohol fue su ruina. “Mientras
estaba en la Escuela de Carabineros aprendí a tomar y después no lo pude
controlar” afirma don Jesús.
Después de largas recaídas,
resultó en la calle sin mucho apoyo y sobretodo, sin su familia.
Largos años han pasado desde
la última vez que vio a su hija a pesar de intentar contactarla en repetidas
ocasiones.
Cuando se le pregunta que si
recibiría ayuda de los Centros de Atención que ofrece la administración
distrital a la población de la calle, él dice que no iría por que no está igual
de mal a la gente que vive en el Bronx, o a los que ni siquiera saben en donde
están por culpa de la droga. No está igual, pero ya pasó por ahí…
Para los habitantes de la
calle, nada es fácil. Desde levantarse y no tener donde asearse hasta conseguir
del bolsillo de otras personas dinero que alcance al menos para comprar un pan
y algo de tomar.
Muchas veces ha estado muy
cerca de perder lo poco que tiene, su posesión más valiosa: el colchón.
Sin querer queriendo, ha ido
ganando enemigos en la zona.
Recientemente se descuidó y
cuando llegó de haber recogido algo de dinero y de cartones, se dio cuenta que
alguien había roto el plástico que cubría su colchón, por lo que esa noche se
mojó, se enfermó y por supuesto, no acudió a un centro médico.
¿Qué debería hacer el
Gobierno o la Alcaldía? ¿Rehabilitar a estas personas o dejarlas que asuman las
consecuencias de sus actos y de haber elegido su vida en a calle?
Don Jesús cuenta que varios
habitantes de la calle que ha conocido se han ido a fundaciones en las que los
bañan, los arreglan e intentan rehabilitarlos, pero que como son muchachos que
han durado toda su vida en la calle, prefieren volver a lo que conocen que
hacer una vida normal con una mejor calidad de vida.
Él ni siquiera ha intentado
acercarse a una de estas fundaciones, en primera instancia por que si se va
caminando, el problema de la pierna lo afecta al punto que ya no puede moverse,
y en realidad, tampoco nadie ha ido a buscarlo…
Sería demasiado elitista
decir “el impacto que le causa una persona pobre es X o Y”, pues sería mejor
proponer algo desde el periodismo o la comunicación social para ayudar a
mejorar esta problemática social.
Los medios tienen la
responsabilidad de velar no solamente por la gente pobre, sino por presionar
para que la gente que tiene el poder para hacerlo, ayude a que la desigualdad y
las oportunidades mejoren para este tipo de personas.
En Colombia cualquier
persona puede volverse pobre, pero muy pocas pueden salir de ahí. ¿Por qué?
Falta de oportunidades.
No estoy afirmando que don
Jesús está en la calle por falta de apoyo de su familia o que el no tuvo la
culpa, pero tal vez si han hecho falta políticas públicas para que estas
personas al menos tengan una comida diaria.
¿Cuántas personas en Ciudad
Bolívar, Cazucá o algún otro lugar
deprimido de la ciudad estarán pasando el día con tan solo una comida diaria o
sin alimento alguno?
Tal vez muchas, pero desde
que no existan las oportunidades para surgir y ganar sueldos dignos que le
permitan a estas familias salir adelante, tener estudio y comida, no habrá
solución.
Don Jesús tal vez morirá en
la calle, en ese separador de la calle 72 sin que nadie haya acudido a ayudarlo
o tal vez tomarle siquiera la tensión o darle una curita, pero así hay muchos
otros casos en Bogotá y en muchas otras ciudades del país sin que pase nada. ¿Cuándo
será ese cuando en el que pasará algo?