miércoles, 10 de agosto de 2011

El árbol de la discordia

La Corte Constitucional le ha pasado la antorcha al Congreso con respecto a las uniones entre personas del mismo sexo para definir si lo que tendrán será llamado matrimonio o no, pero si antes del 30 de junio de 2013 no se ha terminado de expedir una ley, los notarios deberán consolidar estas uniones de la misma forma que lo hacen con las parejas heterosexuales y llamarlas precisamente como muchos no quieren.

Hasta ahora, la Corte lo que dijo fue que las personas del mismo sexo que decidan materializar de forma legal su alianza, tienen los mismos deberes y derechos que dos personas heterosexuales que realicen el mismo proceso.

Lo anterior significa que se les evitaría el tener que comprobar que han estado juntos (en una unión de hecho) durante dos años para poder acceder a herencias, pensiones y poder ser beneficiarios de salud, entre otros, así como también se les concedió el derecho a formar una familia.

Poder conformar un núcleo familiar ha sido uno de los puntos de la manzana de la discordia, pues no se ha sabido decir hasta que punto va, ya que si es definida de esa forma, tendrían derecho también a adoptar niños, pero eso no lo decidirán los magistrados sino que se dejará en manos de los congresistas.  

La segunda manzana de este árbol de discrepancia radica en que los sectores del conservatismo y de aquellos con arraigadas creencias católicas de alguna u otra forma han hecho dilatar un poco el proceso, ya que según ellos, a estas uniones no se les debería llamar ‘matrimonio’, pues esta es una institución exclusivamente religiosa que está contemplada entre una mujer y un hombre.

SI la familia es el núcleo de la sociedad, ¿por qué no consolidarla con hijos?

Muchas parejas heterosexuales maltratan a diario a sus hijos de forma física y psicológica,  y otros los abandonan recién nacidos en bolsas de basura en un desagüe o enfrente de una estación de policía, ¿por qué no darle la oportunidad de adoptar niños a personas que realmente quieren ser padres para formar jóvenes que aporten un granito de arena  para ayudar a transformar la sociedad tan disfuncional y vacía que tenemos?

¿Qué les pasará a los notarios que decidan no querer casar a dos personas del mismo sexo?

Aunque eso está por verse (es una de las decisiones que tiene que tomar el Congreso antes del 30 de junio de 2013), estos funcionarios deberían tener el derecho a no casar a estas personas si no están de acuerdo, pues nadie está obligado a actuar en contra de su conciencia.

Hay un aspecto importante a considerar en este asunto y es de aspecto cultural.

En un país tan conservador como Colombia, el día en que se empiece a ver con mayor normalidad a dos personas del mismo sexo tomadas de la mano formando familia, posiblemente habrá una transformación cultural que implique aceptación y tolerancia para llegar a tener una sociedad más incluyente y que elimine de una vez muchas diferencias que no nos permiten progresar.

Colombia es un país que ha avanzado en este tema en materia legislativa, pero también es cierto que se ha pospuesto en varias ocasiones por culpa de personas que no se han tomado el asunto tan seriamente como se debe tomar en la búsqueda de proteger a TODOS los ciudadanos y no por sectores como si unos valieran más que otros.

Ojalá que todas las manzanas que no permiten que los homosexuales puedan tener matrimonios como tal, se caigan de ese árbol.