miércoles, 8 de febrero de 2012

Continúa represión para la mujer afgana



El asesinato de una joven en Afganistán a manos de su cónyuge y su suegra, revive el debate acerca de la situación de las mujeres en ese país. 

Dar a luz tres niñas fue motivo suficiente para que Storay (su apellido se mantiene oculto), de 22 años, fuera asesinada en Kunduz, Afganistán. Hace unos días, su esposo y su suegra la asfixiaron y golpearon  hasta dejarla sin vida.
Cuando esta joven tenía 18 años, se casó con Sher Mohammad, con quien conformó un hogar con dos hijas.
Hace tres meses, cuando nació su tercera hija, las tensiones en el hogar aumentaron, pues su esposo y su suegra esperaban tener en brazos a su primer hijo varón y no otra niña.
Luego de ser asfixiada y golpeada, su suegra colocó una cuerda en la ventana para hacerle creer a las autoridades que  Storay había suicidado, pero las señales de tortura en su cuerpo confirmaron las sospechas de un asesinato. 
Sher Mohammad, de 30 años,  es sospechoso de pertenecer a una milicia local que las autoridades afirman ha proliferado la violencia por dentro y fuera del hogar. Las autoridades aun lo buscan y su madre, Wali Hazrata, ya fue capturada.
Este asesinato se hubiera podido evitar, si Mohammad hubiera sabido que el responsable de tener una tercera hija era él, pues los hombres son los que terminan “decidiendo” cromosómicamente si el bebé es niño o niña.
"Las niñas son despreciadas en Afganistán", dijo Manizha Naderi,  directora ejecutiva de Mujeres para la mujeres afganas: "He oído hablar de muchos casos en que se ve amenazada la mujer con violencia y golpeado, pero nunca he oído hablar de una mujer sea asesinada por tener una niña".
Kunduz es una ciudad donde la violencia doméstica es el pan de cada día. En diciembre se reportó el caso de tres hombres que atacaron a tres niñas y a su madre con ácido en sus rostros por que el padre rechazó una propuesta de matrimonio para su hija de 18 años.
Las mujeres en estos países están bajo el yugo de la represión por parte de sus esposos y de sus mismas familias, pero no hay muchos casos registrados por el estado, ya que muchos de ellos, son permitidos por la misma ley.
Hace tan solo 15 días, los medios registraron la noticia de una joven de 15 años que fue encerrada durante 9 años en un baño por la familia de su esposo.
“No he registrado ni un solo caso de violencia contra la mujer. La seguridad preocupa porque estos problemas están arraigados a tradiciones y obstáculos psicológicos por vergüenza y miedo, lo que hace que las mujeres no lleven estos casos a la corte” afirmó un oficial de la provincia de Khost en Afganistán.
El gobierno afgano ha avanzado en materia legislativa para proteger los derechos de las mujeres, como con la legislación EVAW (Ley de eliminación de la violencia contra la mujer), que criminaliza los matrimonios con niñas, uniones forzadas, inmolaciones y violaciones, entre otros.
Aparte del miedo y de los múltiples castigos a los que están expuestas dentro de sus hogares si se llegan a dar cuenta de la denuncia, muchas mujeres tampoco conocen bien las leyes porque poco pueden salir de sus hogares o porque simplemente es imposible ir de un lugar a otro sin compañía.
La situación de la educación de diez años para acá ha mejorado un poco, pues luego de la salida de los talibanes, al menos hoy ya son cuatro millones de mujeres que pueden educarse y ser maestras.  
Antes, las mujeres no podían ir solas a ningún lugar por ley, ni subirse a taxis sin compañía de algún familiar, ni ir a escuelas o universidades.
Por culpa de los talibanes, gran parte de la literatura y de los libros de aprendizaje fueron censurados y sus imágenes eliminadas con grandes parches negros, pues según ellos, “los seres no pueden ser retratados”. 
Las cosas para las mujeres en Afganistán poco a poco van cambiando, más que todo para las que están en las ciudades, pero aun falta mucho por hacer por aquellas que están en las zonas rurales que no saben como salir de esa vida que les han impuesto sus padres, madres y hermanos.
Como primera medida, se les debe enseñar a realizar alguna labor, pues al depender económicamente de sus maridos y sin saber hacer nada, no tienen la posibilidad de escapar y hacer una nueva vida.
La sociedad patriarcal y eminentemente religiosa que sigue los textos sagrados al pie de la letra le hizo mucho daño a países como Irán y Afganistán, pero la intervención de occidente ha ayudado de alguna u otra forma a bajar la animosidad radical que se apoderó de esta zona del mundo. 
En Kabul hay 1.5 millones de mujeres, pero ¿qué está pasando con los 13.5 millones restantes en las zonas rurales?
Eso por ahora, está por verse.