domingo, 5 de septiembre de 2010

¿Quién contaba con su astucia?



En este difícil comienzo de Gobierno, el Presidente dio partes de tranquilidad y seguridad.
La lluvia se levantaba tenue sobre la tarde capitalina en medio de la posesión del presidente número 59 de la República de Colombia: Juan Manuel Santos Calderón.
No era una posesión tradicional realizada en el Congreso de la República, sino que fue en la Plaza de Bolívar, uno de los lugares más emblemáticos de la capital y del país.
“Somos la generación del bicentenario, tenemos sentido del pasado con vocación del futuro”, fueron las palabras del nuevo mandatario al hacer referencia de la lucha por la paz en un país que ni siquiera la conoce. Insólito, ¿no? ¿Cómo se puede luchar por algo que no se conoce? Al parecer él lo sabe.
Habló sobre la unidad nacional, aquella unidad que metió en la ‘rosca’ a todo el que pudo y dejó a las minorías verdes y del Polo como a la deriva, como queriendo hacer oposición nadando en contra de la corriente.
Hizo referencia a las relaciones con los países vecinos, un asunto que viene resquebrajándose desde la era Uribe y que llevó a muchos comerciantes a la quiebra de lado y lado pero que al parecer no querían solucionar.
Pues bien, Juan Manuel Santos para arreglar eso, prontamente se reunió con Hugo Chávez, en un encuentro que muchos catalogaron como la traición más clara al uribismo, tanto, que unos dijeron lo siguiente: Santos dañó en ocho horas lo que Uribe había hecho en ocho años con el tema de Venezuela.
Pero no habían pasado ni siquiera ocho días de su mandato cuando empezó la violencia a recordarnos que no estamos en un jardín de rosas y que el plan de acciones que prometió, debía empezar a cumplirse pronto, por que de lo contrario, al traste seguridad democrática, y al traste ese deseo del nuevo presidente de evolucionar a la prosperidad democrática.
Eran las 5:15 a.m. del jueves 12 de agosto y aun no empezaba el servicio informativo de Caracol.
Aproximadamente diez minutos después saludó Darío Arizmendi como siempre pero no alcanzaban a ser las 5:27 a.m. cuando el comunicador de Caracol Radio anunciaba: "Atención, se acaba de presentar una gravísima explosión aquí en el estudio de la Cadena Caracol de Colombia, en el máster central. Ha caído buena parte del techo sobre los estudios de la primera cadena de América Latina. Hay algo de pánico y vamos a procurar entregar la información los más pronto posible."
Ese tono recordaba las épocas en que Pablo Escobar ponía bombas a diestra y siniestra, e hizo volver años atrás a los colombianos que se iban de sus casas con un sentimiento de zozobra por que no sabrían si volverían.
El oyente del común no empezó a dimensionar la gravedad del atentado hasta cuando los periodistas comenzaron a relatar que algunos techos se habían caído y que los vidrios de la edificación, en los primeros pisos, ya no existían.
Érika Fontalvo y su compañera de fórmula Narda Guarín seguían al pie del cañón, pero Guarín se retiró por un ataque de nervios. La reemplazó Diana Calderón, directora del servicio informativo y continuaron informando la situación, así como sus colegas en la W y la FM (de RCN) mientras que Darío Arizmendi era trasladado del lugar en contra de su voluntad.
Al poco tiempo llegó el recién posesionado ministro del Interior, Germán Vargas Lleras, quien los comunicadores y periodistas allí presentes esperaban diera algún tipo de pronunciamiento, pero decidió no dar declaraciones y empezó a recorrer el área sin pensar mucho en peligros tales como la posible activación de un segundo dispositivo explosivo o alguna situación similar.
A continuación llegó el Alcalde Mayor de Bogotá, Samuel Moreno Rojas, acompañado por el nuevo mandatario de los colombianos: Juan Manuel Santos. Mientras llegaban, altos mandos militares les informaban de la situación y cuales serían los pasos a seguir.
En ese momento ningún medio se atrevía a atribuirle la explosión a nadie, pero muchos empezaron a asegurar que se trataba de actos terroristas, de un atentado que pretendía generar temor en los medios de comunicación.
El ex ministro de Defensa en el anterior Gobierno y ahora presidente Juan Manuel Santos se disponía a caminar por las instalaciones del edificio de Caracol, donde además funcionan la Agencia de Noticias EFE y la oficina del ex presidente César Gaviria, pero antes dio un parte de tranquilidad y seguridad anunciando que bajo ningún motivo ni él ni los medios de comunicación se dejarían amedrentar.
En un ambiente de miedo y de desconcierto, seguían llegando noticias que reportaban que no solamente las afectadas habían sido las instalaciones de Caracol Radio, sino también los edificios aledaños, peluquerías y negocios que por allí funcionan.
Por fortuna el atentado no dejó víctimas mortales, sino heridos leves por los vidrios que habían volado por el lugar. Básicamente fueron personas que suelen ir a sus sitios de trabajo muy temprano.
Prontamente colegas de todos los medios de comunicación mandaron voces de aliento ya fuese vía telefónica o por medio de redes sociales como Twitter y Facebook bajo el lema: “Con bombas no nos callan”.
El primero en atribuir un responsable del atentado fue el periódico El Tiempo, que dijo que las FARC por medio de Grannobles, líder del décimo bloque, había mandado el carro bomba.
Otros más escépticos empezaron a sugerir la teoría de que los autores intelectuales del acto terrorista podrían ser grupos de ultraderecha que no estaban de acuerdo con las negociaciones y el restablecimiento de las relaciones de Colombia con Venezuela o también podrían ser personajes de extrema derecha que estaban mandando un claro mensaje de alerta a los medios de comunicación para no seguir denunciando delitos de funcionarios públicos tales como peculado y prevaricato.
Rápidamente se empezaron a formular teorías sobre los posibles responsables, pero a ciencia cierta nadie se atribuía el hecho.
El grupo narcoterrorista más antiguo del mundo, FARC, emitió un comunicado donde decían que ellos no habían puesto el carro bomba. Un acto según ellos de “buena voluntad para aclarar la situación”, pero de desconfianza para las autoridades, pues la historia le ha enseñado a Colombia que ellos no sienten temor al asesinar una persona y mucho menos les da pena mentir. Un ejemplo claro se puede ver cuando ocurrió la explosión de otro carro bomba en el Club El Nogal en Bogotá, donde también lanzaron un comunicado evadiendo responsabilidades, pero que al final resultó siendo otra mentira.
La tesis que en un momento dado mayor fuerza tomó fue la de los grupos de ultraderecha, pues fue un hecho totalmente mediático y con un propósito ideológico, más no fue uno en el que sí se quisiera matar desproporcionadamente.
Muestra de ello es la hora del atentado, fácilmente si se hubiera querido causar real daño con el carro bomba y los 50 kg de anfo que allí se encontraban, los que accionaban e dispositivo hubieran esperado una hora pico como las 7:00 a.m. y así poder asesinar civiles causando peores consecuencias.
El Swift había sido hurtado antes a un militar, que a la hora de dar testimonio, se contradijo varias veces, lo que muestra de una u otra forma hace dudar de la veracidad de su versión.
¿Qué le espera a Colombia con este Gobierno?

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